Me detuvo el espejo,
-el helado espejo de tu cámara pobre-
haciendo muecas para fingirme alegre.
Estoy siempre triste, pero, amigo,
yo te niego
derecho a entrar en mi tristeza.
Sufro como una bestia y esta tarde y
siempre,
vengo de mis raros paseos de
extramuros
con el alma achatada como las casas;
tienen
mis ojos, un pavor antiguo.
Un miedo cerval a mostrarme triste,
porque la tristeza la vera tristeza,
está degenerada,
existen poetas que son tristes por el
oficio,
hay otros que lo son porque no son
nada.
Yo tengo una tristeza sin vuelta de
hoja,
una tristeza fundamental,
que ensucia las paredes de lo que se
llama sentimiento
se ensaya en el amor.
Mi tristeza es una muchacha con
delantal,
en la tristeza definitiva del corredor
de una casa de departamentos.
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